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Diana dejó un gran vacío a su madre en Chimalhuacán

CHIMALHUACÁN.- El dolor y el vacío que Lidia siente por el feminicidio de su hija Diana, sólo pueden compararse con el coraje y la impotencia contra las autoridades del Estado de México, quienes desde su desaparición actuaron con negligencia e indolencia.

Diana tenía 24 años, aunque ya no estudiaba, le gustaba leer y, para apoyar a su familia, vendía dulces en los negocios de la Colonia Santa María Nativitas, en Chimalhuacán, donde pasó gran parte de su existencia.

La madrugada del 2 de julio del año pasado un arrebato la condenó a la muerte a manos de desconocidos que la violaron y luego tiraron su cuerpo asfixiado a un costado de la Plaza Chimalhuacán, a unas cuadras de su casa.

Aquella madrugada, Diana y su madre acudirían a tramitar el Seguro Popular al hospital, pero el short corto que la joven se puso, provocó una discusión: Diana se enojó y salió de su casa para nunca volver.

“Yo creo que se había enojado con su novio y por eso se molestó tanto. Muchas veces me pregunto qué si no es una pesadilla la que estoy viviendo, le pido a Dios que ya me despierte, no concibo la vida sin mi hija, me está doliendo demasiado, me arrancaron un pedazo de mi corazón y de mi alma”, sollozó Lidia.

“Diana era una persona muy humana, cuando veía una justicia lo decía, quería estudiar”, recuerda su hermana Laura.

Pese a que denunciaron de inmediato la desaparición, el protocolo correspondiente no fue activado, más aún en Chimalhuacán, que se encuentra entre los municipios con Alerta de Género, y las autoridades no actuaron con rapidez.

En su desesperación, cuando aún no hallaban el cuerpo, Lidia pidió a patrulleros revisar una casa abandonada donde creía que podía estar su hija, pero los policías de su misma colonia ni siquiera sabían de su desaparición.

En el colmo de la negligencia, Diana fue hallada cuatro horas más tarde sin que la Policía municipal ni la Fiscalía mexiquense verificaran los reportes de desaparecidos y fue llevada al anfiteatro de Nezahualcóyotl.

Los reportes la describieron como un hombre, incluso como un travesti, por lo que su familia no supo de ella hasta una semana después, por casualidad…

“Si no es porque a mi hija Laura se le ocurre ir al Semefo a preguntar, no la encontramos. Ni siquiera tienen los cuerpos en una plancha, los tienen en el piso, es como si hubieran dejado a mi hija en la calle, no les importó”, cuestionó la madre.

A las omisiones de la Fiscalía mexiquense, se sumaron la falta de estudios de ADN al semen hallado en el cuerpo y la ropa de la víctima, tampoco pruebas toxicológicas, histopatológicas o raspado de uñas.

El desdén gubernamental los orilló a buscar, por su cuenta, los videos de las cámaras del fraccionamiento cercano al lugar del hallazgo y de las de Seguridad municipal, pero sin éxito.

Y siempre que van a la Fiscalía de Feminicidios a preguntar por avances sólo muestran las entrevistas a la expareja de Diana y a uno de sus amigos, la solicitud de la sábana de llamadas y nada más.

“Mi Diana no merecía que la mataran de esa manera, a ninguna mujer ¿por qué si era una persona tan buena? Me difamaron a mi hija, ni siquiera pude abrazarla muerta, ni siquiera un beso de despedida le pude dar, cuando vi su ataúd no podía creer que ahí estuviera el cuerpo de ese ser a quien yo le había dado vida, esa niña tan hermosa”, reprochó Lidia.

Para visibilizar su caso, la familia acude foros y conferencias sobre feminicidios, exponiendo el caso de Diana con la esperanza de que las autoridades se vean obligadas a trabajar e impartan justicia, su principal demanda.

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